La gracia del beso

Podríamos suponer que culturalmente el beso es la expresión más clara del acercamiento público entre dos personas, un signo que contemplado de lejos nos dejaría ver lo cercano que viven esas dos personas, el beso cierra la distancia que los hombres se ponen entre sí, el beso inaugura un nuevo tipo de distancia, una distancia más acá del deseo; el beso toca las cosas, las palpa, pero son los labios esa parte del cuerpo humano casi viva y delicada, sin capa protectora ni piel rugosa, esos labios que al tocar eso que está delante de los ojos se saben inmunes al peligro, tocar con los labios al otro es el acto más frágil que he experimentado, es la acción que ha simplificado mi deseo y que ha volcado mi necesidad de ser tocado con los labios, los labios, el beso, ser besado para sentir al otro, para recoger su halo, para sentir su aliento, para recogernos en la experiencia del ser tocado con los labios. Ese ser tocado con los labios podría maniatarnos en un sentido pleno, en un vacio, en un estar fuera del mundo, porque al besar se toca al mundo pero desde otro lugar, tocar el mundo con los labios es palparlo desde una de nuestras partes más sensibles, tocar al mundo con los labios es besarlo, es un punto intimo, es seducirlo con una parte del cuerpo echa a la medida del gusto, al tocarnos con los labios nos exponemos y muy a nuestro pesar nos podemos sentir extraviados, quizá por ello al volver del beso volvamos y recordemos que seguimos aquí…

Comentarios

DIANA-CHAN ha dicho que…
y si que tiene su gracia.

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