Omáwari go´ame

Comida ritual y alimentos sagrados en la fiesta rarámuri.
Por.

Blanca María Cárdenas Carrión

El ritual tarahumara es una institución fundamental para la preservación de su cultura, puesto que además de ser un aliciente para la comunicación, es un evento construido alrededor de ciertos elementos que enmarcan una comunión de los asistentes dentro de una cosmovisión específica. De esta forma, entre estos elementos simbólicos se encuentran con frecuencia productos alimenticios, en donde el maíz y la carne toman el papel protagónico.
De esta manera, la comida tiene un lugar privilegiado dentro del ritual, pues comer es algo más que el simple requisito básico de una especie para su supervivencia, sino que representa una actividad regulada culturalmente y por lo mismo, simbolizada. Esto quiere decir que podemos hablar de la comida como un elemento constitutivo de la cultura general, entendido no sólo como un conjunto de productos, recetas y preparaciones, sino que retoma también conductas sociales heredadas y aprendidas dentro de las interacciones culturales (Contreras y Gracia, 2005:37). Por este motivo, la comida esta demarcada por fuerza en un ámbito social y de vínculos grupales que establecen una ocasión y un contexto particular para el ámbito culinario.
Para hablar entonces de la comida dentro del ritual, habría que distinguir un primer nivel de oposición; es decir, comida cotidiana y comida festiva, especificando que si bien no es una distinción en importancia, la preparación, la comensalía y los nexos de los sujetos entre ellos y con la comida varían de manera relevante en cada momento.
Por otra parte, en un segundo nivel y ya dentro del ámbito ritual y del evento festivo, dos tipos de comida podrían abordarse para el análisis; es decir, la comida ritual y los alimentos sagrados. Si bien resulta una cuestión de matices poder hablar de comida y alimentos, en este caso la comida ritual haría referencia a los platillos ya establecidos para su preparación y consumo dentro de la fiesta por parte de los invitados.
Asimismo, los alimentos sagrados pueden ser los mismos platillos y preparaciones o no serlo, pero son aquello que no hace únicamente referencia al aspecto relacional entre los individuos, sino a la comunión con una deidad. Es aquello que alimenta a Onorúame, el que es padre, quien para los rarámuri debe tomar las ofrendas colocadas en el altar y así lograr que “esté contento y nos ayude”.

Omáwari go´ame. La comida de fiesta.

El ritual tarahumara llamado tutuguri o yúmari tiene un origen prehispánico con elementos constitutivos característicos de una antigua tradición cazadora. Hoy en día, se lleva a cabo el sacrificio de una vaca o una chiva realizado cuando sale el sol por el anfitrión, quien ayudado por algún familiar o habitante cercano a su hogar, sacrifica a un animal en representación de la caza y la ofrenda de agradecimiento en tiempos pasados.
El sacrificio, en este caso, se refiere a la matanza de un animal que, de acuerdo con Robertson Smith , es ofrendado a una deidad como significado de la extensión de los lazos sociales entre los individuos hacia ésta a manera de comunión. Efectivamente, dentro de las prácticas rituales rarámuri, la sapaka, carne, presenta la cualidad de ser una comida ritual y un alimento sagrado al fungir como una comida distribuida entre los asistentes y como una ofrenda a Onorúame, el que es padre. Una parte del animal es colocado en un palo de madera clavado junto al altar a manera de ofrenda; otra parte es obsequiada a algún invitado apreciado o con cierto prestigio dentro de la comunidad; y lo restante es utilizado para la preparación de platillos que serán consumidos por los invitados.
Generalmente, en este contexto, podemos hablar de tres platillos principales:
1. Lamali, de laka, sangre. Es un caldo hecho a partir de la sangre y algunas vísceras del animal sacrificado, disuelto en un poco de agua. Este platillo se sirve caliente a todos los presentes por la tarde, siendo la primera preparación repartida al mismo tiempo que algunas tortillas de maíz recién hechas.
2. Tónari. Cocido de vísceras y trozos de carne del animal sacrificado. Se sirve ya avanzada la fiesta tanto a los asistentes como en el altar, donde el platillo es consagrado por el ritualista.
3. Basori. Este platillo puede prepararse en la vida cotidiana sólo como una mezcla de frijoles y granos de maíz cocidos. Sin embargo, en la fiesta, se le añaden trozos de carne y se reparte de manera abundante entre los comensales, mismos que con frecuencia traen desde su casa un recipiente para llevarse lo sobrante a manera de lonche, o lo que nosotros llamaríamos, itacate.

Como se puede ver, la carne es el elemento comestible festivo por excelencia, aunque en realidad es el maíz el que conforma la base y sustento de la cosmovisión rarámuri y en este ritual. No obstante, la carne en general tiene una cualidad de prestigio que la hace particular. Según Claude Fischler, la carne es “[…] el alimento más deseado, el más activamente buscado” (Fischler, 2001) y en la cultura rarámuri, es un componente de la comida claramente relacionado al ámbito festivo y a ocasiones especiales. María Dolores, una mujer rarámuri que ha colaborado en mi trabajo de campo, dice que el pollo es para los cumpleaños y los bautizos, ya que “ofrecemos gallina a Tata Riosi”, mientras que la vaca o la chiva son para las fiestas de siembra y cosecha, curaciones y entierros. El cerdo sería el único animal que puede encontrarse, aunque no con frecuencia, en la comida cotidiana preparado en tamales o en tacos. Pero en general, existe una concepción de prestigio que caracteriza a la familia que tiene posibilidades de sacrificar y ofrecer un animal. Por tal motivo, el anfitrión de un tutuguri conseguirá ser considerado como un individuo con ciertas posibilidades sociales y económicas dentro del grupo.
Sin embargo, en el altar hay otros elementos colocados que también son de relevancia, tales como algunos platos con frijoles cocidos, tortillas de maíz, tamales hechos específicamente para este espacio, cerveza de maíz, tónari y trozos de carne cruda ya cortada. Es importante resaltar que a pesar de la presencia cada día más evidente de ciertos productos de la sociedad de mercado que están transformando la vida de las culturas serranas, en el altar no hay productos como refrescos, alcohol comercial o sal; aunque sí se encuentran en la fiesta.

La sal, por mencionar un producto, ha sido un elemento integrado favorablemente en el gusto rarámuri y hoy en día conforma un condimento fundamental para su concepción de lo sabroso. No obstante, en la comida ritual y en los alimentos sagrados, este producto está ausente. Según el testimonio de algunos rarámuri, la sal es blanca y por lo tanto está asociada con el diablo y por esto Onorúame y los muertos no la comen. Durante la fiesta, una bolsa de sal puede circular entre los comensales que quieran añadirla por gusto a sus platos, pero como diría María Dolores, “dios no come comida con sabor”, igual que Elba, su vecina, quien dijo que “los muertos también comen sin sal como dios y pues así ha sido siempre”.
Finalmente, colocado en el altar también, hay un alimento sagrado que no es particularmente ingerido por los asistentes por restricción cultural y biológica, ya que se trata de una resina llamada en rarámuri como morowaka; palabra derivada de moró, humo. Es un incienso que al quemarse se convierte en la comida de Onorúame, según algunos testimonios de las mujeres que colaboran en la construcción del altar
El morowaka es entonces la simbolización más profunda de lo que una deidad recibe como alimento; una resina obtenida de las piedras y los árboles mismos. Es el ofrecimiento no sólo de lo que los seres humanos también ingieren, sino de lo que la misma tierra es y que sólo el padre antiguo puede comer.

Reflexiones finales
Así, este es un breve esbozo de lo que podríamos observar, oler, saborear, escuchar y tocar dentro del ritual tarahumara. La comida conforma un espacio de creación y de convivencia y sin duda, en su expresión festiva esto es evidente. Comer no es sólo alimentar cuerpos, sino que representa una manera de alimentar las mentes, los espíritus y las consciencias; de fomentar la unión y la creencia, así como de concebir una identidad cultural por medio de una ceremonia, conformada por múltiples elementos, pero que en principio gira alrededor de la comida.





Obras Citadas
Bennett, Wendell C., y Zingg, Robert M., Los Tarahumaras. Una tribu india del Norte de México. Instituto Nacional Indigenista, Colección Clásicos de la Antropología, No. 6, México, 1986. Págs. 595.
Contreras, Jesús y Gracia, Mabel, Alimentación y cultura: Perspectivas antropológicas. Ariel, España, 2005.
Fischler, Claude, L´homnivore. Odile Jacob, Francia, 2001. Págs. 440.
Kottak, Conrad Phillip, Antropología Cultural. Mc Graw Hill, Madrid, 2006. Págs. 119-130.
Ruiz, Ruiz-Funes, Ramiro, Caminando por las cuevas de gigantes: patrón de asentamiento y distribución espacial en la Sierra Tarahumara. Un estudio etnoarqueológico. Tesis Licenciatura Arqueología, ENAH, 1995. Págs. 101.
Sahlins, Marshall, Las sociedades tribales. Nueva Colección Labor, España, 3ª edición, 1984. Págs. 180.
Smith W. Robertson, Lectures on the religion of the Semites. Edimburgo, 1889. En Barfield, Thomas, Diccionario de antropología. Siglo XXI, México, 2000, (1997).
Spicer, H. Edward, Cycles of Conquest: The impact of Spain, Mexico and the United States on the Indians of the Southwest 1533-1960. The University of Arizona Press, EUA, 1976, (1962).

Comentarios

Frederik ha dicho que…
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